MINUCIAS EN LA VIDA

De nuevos y viejos saberes

Genaro Aguirre Aguilar

En días pasados tuve ocasión de acudir a una reunión de trabajo convocada por la Dirección General de Superación Académica de la UV. Un tanto el objetivo era poner en común el estado que guarda el proyecto “Aula”, una de las apuestas prioritarias de la universidad para transformar el tipo de práctica educativa que ha caracterizado a la comunidad docente.
Como es de entender, el diálogo colocó sobre la mesa una serie de preocupaciones que -como se nos dijo-, no son fáciles de resolver de la noche a la mañana, pero que sin duda coloca sobre la mesa inquietudes válidas, en un momento cuando se nos pide comenzar a construir una manera distinta de entender el proceso de enseñanza-aprendizaje.
En esta ocasión quiero llamar la atención, sobre algunos aspectos que en el ajetreo del «lleva y trae» de la educación contemporánea, de tan obvios pueden no ser vistos. Por ejemplo, alguien de mis compañeros preguntó si frente a las deficiencias en los hábitos de lectura y los problemas de redacción que presentan los alumnos, ya se sabe qué vamos hacer en esta transformación. Pongamos que haya razón en esta apreciación, sin embargo también puede ser que se pierda de vista por lo menos un par de cosas: 1) que el estado que guardan los saberes universitarios entre los jóvenes, buena parte de la culpa la tiene lo que se quiere cambiar precisamente y b) se parte de la vieja idea donde el verbo y el logo centrismo eran piedras angulares en los mejores estados del bien escribir y la razón misma. 
Algunos autores dirían que los académicos seguimos sin reconocer los otros lugares desde donde la experiencia del saber viene acompañando a nuestros estudiantes, formados como estamos casi todos los docentes en un modelo de escuela tradicional, donde la cultura de la letra escrita definió nuestros entendimientos y condujo nuestros aprendizajes. 
Precisamente ese es el paradigma que se busca transformar, para lo cual es necesario desprenderse de ciertos lugares comunes para poder aprender de las muchas otras formas de producción de textos predominantes en este momento, mismos que exigen distintas habilidades y por ello otros aprendizajes, para poder potenciar esos otros saberes detonadores o configuradotes de nuevas realidades, que no necesariamente tienen que ver con leer y escribir en los términos que históricamente lo hemos entendido.
Y he aquí la dificultad, pues precisamente las certidumbres que nos han cobijado a muchos profesores, son las que se piden cambiar. Y eso, nunca será fácil. Entiendo que estas impresiones merecen un diálogo académico, incluso una mayor discusión, por ello esperamos encontrar esos espacios pertinentes paras seguir construyendo los mejores escenarios educativos. En tanto, veamos por donde nos lleva este proyecto al que se ha llamado “Aula”




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