MINUCIAS DE LA VIDA


De cuando despojarse de viejos ropajes
Genaro Aguirre Aguilar

Resumiendo: entre las cosas complicadas de la vida, está el atreverse a cambiar, especialmente para oxigenar ciertos comportamientos o actitudes que en algún momento pudieron darle significado y sentido a cierto periodo de nuestra vida.
Y es que en estos tiempos, donde el consumo y la liquidez de los instantes fracturan proyectos de largo aliento, pareciera lo único que sobrevive es un absurdo proyecto de perennidad juvenil donde el vestuario, una cierta estética y las actitudes conducen a la negación de lo que estamos siendo, en aras de mantener lo que jamás volveremos a ser.
No se trata de renunciar a «volver a ser niños» tampoco, ni a olvidarse de aquellos tiempos cuando andar a la deriva era la forma de recorrer caminos que llevarían a un postrer aprendizaje; menos de regocijarnos con recuerdos cuando en días de «vino y rosas», la ingenuidad acompañaba los anhelos de colocar en el horizonte las mejores esperanzas del mundo.
En cambio, se trata de atreverse a dejar las pieles para despojarse de ropajes joviales o pensamientos núbiles, de asimilar el cruce de otro más de los umbrales que -aún en el continuum vital de nuestras existencias- dan cuenta de la periodicidad de la vida. Una cosa es el reconocimiento, la admiración que nos puede producir una mujer o un hombre que han construido un cuerpo para engañar al ojo de quien los ve; pero otro, es pretender con ello regresar el tiempo para seguir siendo aquello que fuimos.
Por otro lado, están ciertas actitudes que despersonalizan esas otras maneras de asimilar la «brecha generacional». Así, allegarse de relaciones fraternas donde lo único que se respira es lo juvenil, en lugar de mostrar una generosidad social, descubre «asuntos» no resueltos cultural, social o psicológicamente. Esta característica que parece domina las relaciones humanas en nuestros días, viene a ser una metáfora del Dorian Grey posmoderno o bien de ese país del Nuca Jamás que nos negamos a abandonar. Al final, pareciera que las relaciones están dadas por la representación de una sociedad donde efebos y ninfas urbanas quieren seguir existiendo cuando ya no puede ser.
Sé que es un asunto de cada quien, que cada cual define su vida como mejor le plazca, pero también que esto lleva a la definición de una trayectoria personal incapaz de resolver lo que debe ser uno de los actos más plenos de nuestra conciencia: reconocer que el tipo en el espejo soy yo y nadie más.

2 comentarios:

MaRiÉ dijo...

Este escrito me hizo recordar lo que alguna vez escuche por ahi: "Las mujeres al igual que la flor, cuando está en botón es hermosa, alcanza su esplender en la edad madura y cuando se marchita conserva aún más su perfume." Si ésta analogía la aplicara cada mujer en su vida posiblemente aceptaríamos más el paso de los años. El cabello blanco sinónimo de sabiduría y experiencia en la vida, las arrugas la historia que encierra hermosos momentos así como amargas experiencias que nos hacen crecer y aprender. El encorvamiento del cuerpo es el pesar de esos años vividos como roble, la vista cansada por el desgaste de ser vigía al cuidar a los suyos. Envejecer es sinónimo de haber cumplido la misión de ser feliz y haber hecho felices a los demás disfrutando al mismo tiempo de la naturaleza y el ritmo de vida por lo que no sera necesaria aferrarse a una época, a un pasado que ya no tiene retorno, asi que, a disfrutar y vivir plenamente el presente.

Genaro Aguirre dijo...

Marie:
Comparto contigo este sentir. Efectivamente, si bien a veces queremos recuperar parte del tiempo ido, eso no debe tener que ver con el anhelo que pretender ser lo que fuimos En lo personal suelo desandar los caminos, pero para tratar de recomponer algunos rumbos. Vivamos con dignidad y seamos lo que somos.
Saludos

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