
A propósito de la biografía de García Márquez
Genaro Aguirre Aguilar
Por alguna coincidencia, en las últimas vacaciones decembrinas he tenido ocasión de leer sendos libros que en lo práctico supondría el inicio y final de dos trayectorias literarias. En el primero de los casos, La catedral del mar, de Ildelfonso Falcones como obra primigenia representó la ocasión de descubrir y asumir se estaba ante uno de los personajes más entrañables de la nueva literatura Ibérica; alguien que tendría que ser la referencia para muchos profesores que les preocupan sus estudiantes, como de esta nueva generación de jóvenes entre quienes privan los ejemplos o figuras de referencia. Mientras que en el segundo, Gabriel García Márquez. Una vida, escrita por Gerarl Martin, representó un obra a través de la cual no sólo conocimos la trayectoria y vida de uno de los autores más importantes de la literatura universal, sino porque como lectores podemos descubrir que entre el destino y el proyecto de vida personal siempre estarán las circunstancias tanto como la injerencia que sobre esa vida uno mismo tenga.
Así, si en Vivir para contarla el viejo Gabo no sólo se daba licencias para contar además de lo vivido aquello que había imaginado o creía había vivido su vida, en esta su autobiografía se está ante una aleccionadora mirada que indaga en la historia, explora en el mito, desmontándolo para volver a erigir otro, dado por el reconocimiento hacia un hombre que tuvo la capacidad de convertirse en un personaje de las letras, de la historia y la vida misma de América Latina y el mundo.
Sin pretender hacer un recuento analítico de tal biografía (para ello están los intelectuales y críticos literarios), desde un simple académico resaltaríamos un doble sentimiento de goce: el que produce una obra disfrutable no sólo por mostrarse en condiciones de un aprecio formal por la cantidad de literatura consultada y las notas a las que remite su autor, como también por ser un escritura de lectura fácil, propio para un público acostumbrado a leer literatura antes que textos académicos.
Es en este último rubro, donde el lector agradece a Gerarl Martin que como fanático de las historias narradas por el también mítico (¿o mitómano?) García Márquez, se de a la tarea de revisar, analizar, sistematizar, reflexionar sobre la mitología que ha dado lugar a una obra capaz de sacudir las convenciones narrativas como del propio papel que suele jugar un autor que entendió la historia de finales del siglo XX como su condición de hombre público y político: su obra, su vida, su ideología, su cercanía al poder y sus actores; su sentido de la solidaridad, su familia, sus amigos, sus amores, sus tropiezos, sus miedos… sus demonios, son revisados a la luz de acontecimientos del mundo real como el universo construido por alguien que a muy temprana edad supo con quién se casaría, cuál sería su oficio; encontrando en el periodismo la ocasión para aprender y desarrollar sus habilidades narrativas, recreativas, literarias. Un oficio que a través de la palabra hizo de la narrativa acostumbrado un acto mágico.
En fin, una obra que llena pese a la inhibición que provoca un volumen que raya las 800 páginas. Por supuesto que no se lee de un sentón, pero sí que a cada tramo de lectura uno termina por valorar esa vida… como la de uno mismo. Quizá también vale la pena decir: así como a su propia familia, especialmente nuestros abuelos.
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