MINUCIAS EN LA VIDA


Un adiós al Monsi

Genaro Aguirre Aguilar

Formaba parte de una generación de estudiantes de Comunicación de la UV que asumía como necesidad formarse disciplinariamente en las aulas como fuera de ella, a partir de personales agendas e itinerarios que posibilitaban otros tantos aprendizajes.

Por aquellos años, la literatura, la cultura, el cine, el periodismo, la música ensanchaban los procesos como las cosmovisiones de quienes poco tiempo después viviríamos el desgajamiento del mundo tras la caída de El Muro de Berlín y con ello la reinvención de lo cotidiano como de los proyectos político-ideológicos sin descontar la emergencia de nuevas categorías para explicar la realidad.

De este lado y en un pequeño reducto del mundo académico, un grupo de estudiantes gestionaba para la visita de uno de los escritores más lúcidos de la segunda mitad del Siglo XX: Carlos Monsiváis. Lejos estábamos de lo que pudiera representar un personaje de esta envergadura por aquellos días cuando teníamos un periódico mural al que llamábamos El Muro de las lamentaciones.

Aquel día que el buen Monsi con sus imprescindibles lentes que cuadraban con lo desaliñado de su atuendo estampó su firma en una de las esquinas de aquel medio alternativo de expresión después de impartir una conferencia, aquellos estudiantes confirmamos la importancia como bien humano de la libertad de pensamiento: eran días en los que no se pedía permiso para manifestarse, tiempos cuando el compromiso estudiantil no conocía fronteras, cuando la civilidad, la política, lo ideológico y un sentido mínimo de ciudadanía deambulaba en nuestras instituciones educativas, días donde la posibilidad de discernir era tan solo eso: disentir para seguir construyendo.

Más tarde, sentados en el Bar Palacio de Los Portales jarochos departíamos con el personaje imprescindible para comprender al México en sus muchas facetas: la cultura, el espectáculo, el futbol, la política, el arte, la comunicación. Tarde cuando el fenómeno Gloria Trevi era de su interés lo mismo que la selección mexicana o el enriquecimiento exorbitante de algún personaje de la clase política nacional.

Carlos Monsiváis se nos ha ido y con él lo que sin duda sería el último ejemplo de una inteligencia que desbordaba y sorprendía cuando de mezclarla con el humor se trataba. Nadie como él para dimensionar los últimos estertores de un enciclopedismo poco petulante, cualidad que lo colocaba como un hombre comprometido con su tiempo y con el que sigue, pues seguirá siendo una referencia para entender la complejidad que caracteriza al México de nuestro pasado, al del presente como de su futuro.

El legado que deja (su obra, su pensamiento y sus gatos) son parte de una herencia nacional a la que como mexicanos tendríamos que aspirar, pues en tiempos cuando brilla por su ausencia la palabra congruente, el compromiso honesto y las utopías como garantes de otro mundo posible, vale la pena acercarse al ensayista que supo retratar, recrear como nadie las contradicciones o plenitudes de una sociedad que aun en la crisis o la constante mentira sigue creyendo en un mañana y en los mismos políticos de siempre.

Vaya desde aquí un sentido adiós a Carlos Monsiváis.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Académicos de la UNAM lamentamos su pérdida.
Porqué se van los que no tienen que irse...Mosivais, si no el mejor como escritor crítico, de los mejores, un buen Mexicano, un hombre de retórica y hasta poeta...se nos fue.
Como dice Elene Poniatowska,(y quién dijo que era un hombre de izquierda, si nos dió todo durante su estancia en esta vida).
Atte. Susana Solís

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