SALINAS Y GRAMSCI

VÉRTICE POLÍTICO
Edgard González Suárez
22/dic/2010


SALINAS Y GRAMSCI

En entrevistas recientes a propósito de su nuevo libro “Democracia Repúblicana”, Carlos Salinas arremete contra los “intelectuales orgánicos”, noción conceptual elaborada por Antonio Gramsci (un marxista occidental del siglo pasado) y que Salinas recupera para pulir una veta socialdemócrata y acercarse a los marxistas reformistas y a una izquierda moderna y moderada. Coqueteo que tiene por objetivo el apoyo, sin duda cabe, de estas facciones a la candidatura de Enrique Peña Nieto.

En Gramsci hay por lo menos cuatro conceptos claves para entender su pensamiento y obra: Hegemonía, Cultura, Sociedad Civil e intelectuales.
En su elaboración conceptual de la noción de cultura, Gramsci intenta superar el clasismo dogmático marxista, vigente y triunfante aún en Europa no occidental, e intenta reaccionar contra la tendencia a considerar a la cultura como el saber de un diccionario o listado de nociones fijas (enciclopedismo), lo que implicaría pasividad y dogmatismo por parte del sujeto receptor.

Por el contrario, Gramsci defiende un «concepto socrático de la cultura» que supone crítica y actividad del individuo. La cultura es situada ya en un plano político con objetivos y límites de clase, es decir, desde una óptica socialista.

La cultura es un crisol de pensamientos, tradiciones, creencias que median en una sociedad, que estimulan el pensamiento, la creatividad, la duda y la acción.

Por eso llama a la reflexión que Salinas se valga de Gramsci para descalificar la actividad intelectual de algunos de los pensadores que avalan a las principales tradiciones políticas en este país.

Salinas de un plumazo descalifica y provoca a Lorenzo Meyer, Jorge G. Castañeda, Enrique Krauze y Sergio Aguayo, a quienes llama intelectuales orgánicos de muy bajo nivel en el debate del México contemporáneo.

De manera muy simplista Salinas aduce que estos pensadores son “intelectuales orgánicos”, es decir funcionales y articuladores de un consenso, que según el propio Salinas, es la causa de la desgracia y la debacle de este país. Por un lado Castañeda y Krauze al servicio del consenso panista y por otro lado, Meyer y Aguayo, al servicio del consenso perredista.
Si hay dos o más consensos…en realidad, hay consenso?

Los intelectuales, según Gramsci, no son «la sal de la tierra», sino los elementos mejor preparados para la organización y la lucha teórica. Y efectivamente articulan un consenso, básicamente, alrededor del mantenimiento e impugnación del Poder.

En este sentido, cabria que determinar primero si hay un consenso alrededor del ejercicio del Poder; según yo, no lo hay. Y de hecho lo que le hace falta a Felipe Calderón son precisamente intelectuales que defiendan y articulen un consenso alrededor del ejercicio del mando y la hegemonía.
Y en la izquierda, peor aún, las perspectivas del análisis y propuestas de rumbo para la izquierda misma y para el país, se presentan más que caóticas. Tampoco, creo yo, haya un consenso que defender.

Y de los señalamientos y descalificaciones de Salinas a sus demonios intelectuales, se desprende que por lo menos el PRI, tampoco tiene los intelectuales que el partido y el país necesita. A menos que él, Carlos Salinas, se este proponiendo o asumiendo como el intelectual orgánico de una propuesta contrahecha denominada por él mismo como “democracia republicana”, y que el partido y el país esperaban.

De las entrevistas que Salinas diera en los últimos días, se desprende primero, la falta de consensos en el país, en los partidos y en la nación. Con lo cual estamos completamente de acuerdo. Y donde parece que el intelectual salinas no quizo abordar más fue alrededor de los conceptos claves de hegemonía y de bloque histórico. Fundamentales en Gramsci y vitales para entender la coyuntura.

De mis talleres con Carlos Pereyra recupere partes de este documento que circula por ahí…

Para Gramsci no hay separación orgánica entre consenso y fuerza.

“Nadie antes de Gramsci reflexiono desde una perspectiva revolucionaria, con su grado de seriedad, sobre los efectos de los fenómenos culturales en el desarrollo de la historia, sobre la tarea de los intelectuales en la estructuración orgánica de la sociedad civil y el Estado, sobre los aspectos de la hegemonía y el consentimiento como componentes del bloque histórico” (1).

“La hegemonía se constituye en virtud del comportamiento gubernamental, del parlamento y el sistema jurídico, etcétera, y también en el espacio formado por sindicatos, partidos, medios de comunicación, centros educativos y culturales, etcétera. En este espacio se sustenta parte considerable de la hegemonía del bloque dominante pero, a la vez, es el espacio abierto a la confrontación social, el "lugar" de la actividad política de los dominados. La homogeneidad de la clase obrera se va logrando mediante las "posiciones" conquistadas en este espacio de la sociedad civil” (2).


"Un grupo social ―escribe Gramsci― puede y aun mas debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernamental (es esta una de las condiciones principales para la misma conquista del poder)." La "guerra de posiciones", es decir, la lucha de la clase obrera por obtener la hegemonía sobre la sociedad civil del capitalismo, aparece como la condición básica de posibilidad de la transformación social.

Habría que volver a leer a Antonio Gramsci para comprender porque los argumentos salinistas parecen más una provocación que un análisis de la situación.

Por lo pronto algo es claro, urgen análisis y propuestas para desenredar esta madeja nacional.






(1) Carlos Pereyra. Gramsci: Estado y Sociedad Civil. Cuadernos Políticos, número 21, México, D.F., editorial ERA, julio-septiembre de 1979. pp. 66-74.

(2) J. C. Portantiero, Los usos de Gramsci, Cuadernos de Pasado y Presente. México. 1977. p. 57.

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