¿CLIMA AFECTIVO EN EL AULA?

AULA EMOCIONAL
(Tercera y última parte)

Mtro. Edgard González Suárez



Pero el problema de la educación afectiva no se origina únicamente por factores intrínsecos a ella misma. Existen, además, algunas circunstancias en la sociedad contemporánea que contribuyen a hacer mucho más difícil la educación de la afectividad.



Mencionaremos en primer lugar el hecho indiscutible de la prioridad asignada en la educación formal, en todos los niveles, a la educación científica y tecnológica. En la moderna sociedad de consumo el objetivo que predomina es el de “capacitar” a las personas para desempeñar con eficacia una actividad que les permita conseguir los recursos para asegurarse los bienes y servicios que consideran indispensables para el bienestar personal –modelo de competencias- le llaman. No obstante, cuando se exagera esa prioridad se provoca un desequilibrio que lleva a sacrificar las personas a las cosas, de donde, a la larga, el bienestar resulta ilusorio.



Aquella afirmación de J.Dewey de que no podemos influir en alumnos sino por medio del ambiente, se aplica sobre todo cuando se trata de su afectividad. En efecto, ésta se forma en la interacción del sujeto con el medio y muy especialmente con el medio social.



“La afectividad guarda relación con el amar y sentirse amado, con sentimientos que despiertan la voluntad de comprometernos de manera particular con otras personas, con disciplinas, contenidos y valores, lo que nos lleva a encauzar nuestras vidas hacia lo que estimamos adecuado. La afectividad nos ayuda a tener una autoestima que determinará la forma de enfrentar las situaciones de nuestra vida diaria, nos ayuda a dar sentido a lo que hacemos, a encauzar nuestros intereses, sobreponernos a dificultades y buscar espacios de realización dentro de la sociedad. Es por eso que en un mundo en crisis es necesaria la afectividad en el desarrollo de las actividades pedagógicas.” (Nájera Beatriz, 2008)



Si queremos precisar mejor en qué consiste la influencia que una persona puede ejercer sobre la afectividad de otra, mediante el análisis comprobaremos que se trata principalmente de una influencia directa sobre la afectividad realizada a través de la expresión de los estados afectivos de la segunda sobre la primera. Estos pueden comunicarse ciertamente mediante el lenguaje, pero aún en este caso, más que el contenido del lenguaje, inciden la tonalidad de la voz, los gestos que le acompañan y toda expresión corporal. Una persona puede afirmar que no tiene miedo pero su voz, sus gestos y su mímica pueden expresar exactamente lo contrario.



Pero lo que más interesa destacar es que los estados afectivos expresados por una persona son captados intuitivamente por los demás y se produce una especie de “contagio emocional” que esta mas allá del control racional. El miedo provoca miedo; la alegría provoca alegría, y lo mismo sucede con todos los estados afectivos. Es de este modo como se forma principalmente la afectividad de una persona en sus primeros años; por contagio emocional de las personas que la rodean.



En la enseñanza secundaria, la influencia del profesorado en la afectividad de los adolescentes, no deja de tener importancia pero ésta es superada por la influencia de los compañeros. Son las amistades (y des amistades), así como los enamoramientos los que marcan el ritmo de la vida afectiva de los alumnos adolescentes.



En las instituciones escolares, por tanto, la formación de la afectividad va a depender de las influencias que ejerzan las personas con quienes interactúan los alumnos. Dependerá, por tanto, del tipo de personalidad de esas personas y de los “roles” asignados a las mismas por la legislación escolar.



Inmediatamente surge la cuestión de la incidencia que pueden tener los contenidos curriculares en la afectividad de los alumnos. Por supuesto que todos los contenidos pueden afectar positiva o negativamente en la vida afectiva de los alumnos. Pero ¿existen contenidos directamente ordenados a modelar la afectividad? En principio la respuesta es afirmativa, aunque de hecho, en la realización concreta de la enseñanza cuesta reconocerlo. Existe tal predominio de intelectualismo y de utilitarismo en la enseñanza reglada que aún las materias que por su propia naturaleza están ordenadas a la formación de la afectividad, se enseñan de tal modo que se convierten en meros contenidos de información.



Sin embargo, la música, la literatura, la pintura o dibujo artístico e incluso la educación física debieran enseñarse de forma tal que se dé prioridad al valor que tienen para modelar la afectividad. Para ello es necesario que estas disciplinas no se limiten exclusivamente a ofrecer información y alguna habilidad complementaria, sino que presenten experiencias concretas, mediante las cuales los alumnos vivan y no meramente conozcan sentimientos de valor positivo. La música, por ejemplo, no puede limitarse a biografías de autores o ejercicios de solfeo, sino que debe complementarse con sesiones de música en las que los alumnos vivan las emociones expresadas en la obra musical. A esto puede agregarse la música oral o instrumental que permita la expresión de los sentimientos en forma comunicable, como auspicias H, Read en su libro “la educación por el arte”.



Así, el adolescente escolar, por su característica de adolescente, pero también por su necesidad de “escapar” a la vida ritual escolar, se deja llevar por sus emociones, por sus vivencias sentimentales y muchas veces adopta éstas como estrategias para resistirse a la norma escolar, académica.



Por otra parte, la sumatoria –no mecánica- de los estados emocionales crea un “clima” emocional áulico que bien puede romper el ritual, (rebeldía, depresión, ira, etc.) o puede ser aprovechado por el docente para concentrarse en el mejor aprovechamiento académico de sus estudiantes.



Este concepto lo llamo yo “Clima emocional”, esto es el tipo de ambiente emocional que prevalece durante un tiempo determinado con en el que se enfrentan ambos polos áulicos (educadores y educandos). Ambiente que se puede determinar por horas-clase, por semanas o temas, e incluso por ciclos escolares o semestres. En este “enfrentamiento” emocional, se desarrollan estrategias tanto docentes como estudiantiles para provocar la atención, poner el orden, motivar a la clase, o en su defecto sabotear la clase, evadir el trabajo y la responsabilidad, castigar el trabajo docente, etc.



El “clima emocional”, luego entonces, dependerá de cierto acuerdo aúlico, que a su vez dependerá del resultado del “enfrentamiento” entre ambos polos del salón de clases. Pero este “acuerdo” no puede ser solo racional, tiene por fuerza que incluir la dimensión emocional. Ahora bien, si las emociones son la individualidad vivida, son una dimensión del sentir del sujeto, el clima emocional dependerá del resultado de la interacción entre alumnos y de los propios alumnos con su maestro. Para des fortuna del trabajo áulico, la dimensión emocional suele ser excluida incluso reprimida, por “no tener nada que ver con la vida académica”.



En la escuela tradicional no cabe este tipo de temas cuyo carácter subversivo, muchas veces se opone al punto de vista dogmático de las asignaturas y el trabajo docente tradicional. La tradición pedagógica concibe la escuela como el lugar a donde van los niños para iniciarse en los llamados saberes escolares. Uno de ellos consiste en reducir la cotidianidad escolar a la serie de actividades que tienen que ver estrictamente con las necesidades derivadas de la programación académica.



El otro, es el modo en que se interpreta el saber en los ambientes escolares. En dichos ambientes, el saber no es más que un cuerpo de proposiciones relacionadas con un objeto imaginario, que el maestro se empeña en transmitir a los niños de manera más o menos textual.



Estos personajes u objetos se describen con el lenguaje típico de cada asignatura y las distintas asignaturas a su vez, forman parte de un campo discursivo mayor, que constituye la totalidad del contenido de ese universo imaginario llamado conocimiento. Esta forma de concebir la escuela, no es lo que se manifiesta en los contenidos curriculares, sino el modo en que se transmite a los niños.



La transmisión de los dogmas propios de este saber, debe realizarse sin obstáculos, incluso si para ello hay que utilizar la violencia, con el fin de reducir a cada niño a la condición de receptor y receptáculo de dicho saber, pues así se cumple, sin más, el tan nombrado proceso de enseñanza-aprendizaje.

El conjunto de equívocos metodológicos que han hecho de la pedagogía un proceso violento, orientado a limitar y desactivar la libre iniciativa de los niños y a reemplazar su experiencia vital por una relación lógica con objetos desconocidos.



Conseguir individuos obedientes a las leyes de la moral y artesanos capaces de aplicar las verdades de la ciencia a los requerimientos de la vida en común tal como lo exigiera la decisión de una autoridad soberana, parece ser el objetivo inicial de la enseñanza heredada de nuestros antepasados españoles.



Más acá del mundo virtual del saber escolar, existe un conjunto de acontecimientos reales, que constituyen la experiencia cotidiana de las personas y al mismo tiempo, sirve de campo para la investigación científica. A este conjunto de acontecimientos lo denominamos realidad.



Ninguna ciencia puede darnos una idea de la realidad en su totalidad. Sin embargo, aunque no podemos hacernos una noción del todo de la realidad, también es cierto que en el transcurso de la vida, nos hallamos permanentemente sumergidos en ella y de ella recibimos una particular sensación de totalidad que marca una primera y radical diferencia entre la ciencia y la vida.



La vida diaria se distingue del quehacer de los científicos porque en ella se puede trascender el sentido de lo real. Queremos saber sobre la composición, el peso o el comportamiento de los objetos, para que éstos nos ofrezcan la posibilidad de realizar nuestros propósitos. Solamente dentro de la atmósfera de este querer saber para algo, se puede expresar el entendimiento mediante juicios lógicos.





Escuela Emocional.



No nos referiremos aquí a la llamada pedagogía del amor. Por lo menos en su orientación hacia el "contacto" físico. La idea general se centra en "Construir ambientes áulicos afectivos" o emocionalmente equilibrados. Es necesario destacar que para algunas corrientes pedagógicas el factor emocional es “el” factor más destacable dentro del proceso aúlico. E-xistir es lo mismo que e-moción.



“Sin la emoción (moverse hacia fuera de sí), es imposible entrar en relación con los objetos o con los demás seres humanos, porque toda remisión está sostenida y orientada por un campo de posibilidades emotivas”. (Avellaneda: 2001)



Experiencias recientes dentro de la educación superior me llevaron a constatar esto. “Profesores” sin experiencia docente, “chocan” de frente con los alumnos al carecer de habilidades, más que didácticas, socio-afectivas, de relaciones, de comunicación, de construcción de lazos relacionales que promuevan ambientes áulicos favorables al aprendizaje. Pero lo más lamentable, profesores de carrera con años frente al aula son participes de las ideas más planas que haya escuchado.



Mi contacto con estos “profesores” me dejó atónito, por sus respuestas prejuiciadas y obtusas…

-”yo no soy amigo de los alumnos”…

-”la educación es un sistema, donde al alumno le toca aprender”…

-”si quieren cariño que se compren un perro”…

-“eso de la afectividad es para preescolares, en la universidad deben estar preparados para la rudeza del aprendizaje rigorista”…

-A mi no me importan sus emociones, lo que me importa es que avancen en el programa…

-“La gente no cambia…dejen de querer sensibilizar a los demás…hemos apapachado demasiado a los alumnos y ahí está la clave del fracaso”…

-“Se la pasan lloriqueando, pidiendo chances, oportunidades, consideraciones, apoyo…y los maestros ceden al chantaje…los alumnos son unos profesionales del chantaje académico”…

-“arman grillitas, por holgazanes…no quieren trabajar, quieren el grado sin saber leer siquiera…son una bola de fracasados”…



La afectividad es la capacidad de respuesta sentimental que tiene la persona: el desarrollo de la propensión a querer. La relación afectiva es la primera relación que establecemos con los objetos o personas, a partir de la emotividad es como valoramos nuestro entorno físico, material y humano. Los contactos emotivos y sus subsecuentes reflexiones nos permiten movernos en el mundo. Conocer y valorar no son, pues, elementos contrarios ni diferentes en el ámbito de la realidad. Por el contrario, ellos son el resultado de una vida auténtica y originalmente soportada en las emociones.



“La afectividad cobra importancia en la relación que el estudiante siente con sus profesores, lo que de algún modo determina su actitud frente a los contenidos. Por otro lado, actualmente se hacen muchos trabajos en grupos, y es muy importante el grado de afectividad que viven dichos grupos, donde muchas veces el resultado o logros que se plantearon como metas, depende del tipo de relación que se da entre los integrantes. Además se hace necesario atender la efectividad a la par de la afectividad para facilitar el trabajo e integración al sistema escolar, a aquellos estudiantes que han tenido dificultades o privaciones en sus experiencias afectivas en el hogar. Sobre todo en países en los que la escuela suple aspectos familiares esenciales”. (Nájera Beatriz: 2008).



“Si en la escuela tradicional las emociones no figuran como fundamento de las acciones educativas, es porque el objetivo central de sus enfoques pedagógicos era, aunque tácitamente ejecutado, el sometimiento de la emotividad a los principios de la moral colonial. Cualquier régimen autoritario aspira por derecho a ejercer el control absoluto de las acciones de los ciudadanos y para ello, el único camino del que dispone, es la domesticación del sistema emocional de los individuos. Sin emotividad, el hombre es un objeto inerte, cuya trayectoria y celeridad dependen, en absoluto, de ciertas fuerzas externas que le marcan el derrotero de lo que ha de considerar como lícito o ilícito, en detrimento de lo que íntimamente él considere deseable o repulsivo”. (Avellaneda: 2001)





La escuela tradicional, o la escolarización institucional, ha girado en el eje cognitivo-racional y suprimido o desestructurado el emocional. Sin embargo, si nos regresamos a la raíz de la palabra y al concepto mismo de educar y educación, veremos la inútil estrategia de eliminar la parte emotiva y afectiva del conocimiento. La palabra educación, de origen latino, está formada por la preposición e que significa causa, conformidad, origen o nacimiento y por la raíz duco, sacar fuera, trazar, proceder, calcular, conducir, hacer salir. Entonces educar quiere decir sacar, extraer o conducir fuera las causas o el origen de algo. De ahí que la motivación para el aprendizaje de un determinado tema procede del querer, es decir, de la actitud emocional de quien aprende y no de los trucos metodológicos de los maestros.



“Sólo es posible mediar entre el individuo y su realidad para incidir en el modo de interpretar los contenidos de su percepción y de esta manera transformar las expresiones de su emotividad.” (Avellaneda: 2001)



Sin embargo, con una nueva definición del papel social de la escuela, es posible determinar un campo de actividades pensadas y organizadas en función del desarrollo emocional de todos los participantes en el proceso. Actividades que han de fundamentarse en la posibilidad de construir colectivamente, nuevas interpretaciones de los acontecimientos y nuevas maneras de responsabilizarse frente a ellos. A este campo de actividades, en las que se diseñan experiencias para potenciar una nueva manera de expresar la emotividad, por lo pronto, lo vamos a llamar: vida cotidiana.



Si como vimos anteriormente, la totalidad de las actividades escolares, llamada en su conjunto vida cotidiana, está determinada por lo que podemos llamar educación emocional y cognitiva, entonces no podemos dejar de interesarnos, aunque sea de manera exploratoria por los ambientes emocionales dentro de las aulas, por ser factor complementario para un buen proceso de enseñanza y aprendizaje.



REFERENCIAS:

Nájera Beatriz, Noviembre 2008. “EL USO DE LA AFECTIVIDAD EN LA ENSEÑANZA NOS AYUDA A SER MÀS EFECTIVOS”. Revista Electrónica En PLURAL No. 5 disponible en: http://www.uca.edu.sv/deptos/letras/enplural/articulos/art03.htm.



Avellaneda Bautista, Absalón, et al, 2001, “QUE HA DE SER LA VIDA COTIDIANA EN LA ESCUELA” Bogotá: Universidad Nacional de Colombia  disponible en: www.digital.unal.edu.co/dspace/bitstream/10245/. Consultado el 4 de febrero 2009.




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