


Andrés Manuel López Obrador y el derrumbe del PRD
Mtro. Edgard González Suárez.
22 de Junio de 2009.
Hace 21 años exactamente, (1988) se marcó el momento clave de un proyecto de nación, viable, de contenido social, nacionalista, progresista y de masas. Culminó con la elección federal presidencial de ese año (6 de julio), y llevaba el desafío político, en la candidatura de Cuauhtemoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional, a su más alta expresión, conquistando la simpatía y el voto mayoritario, y desgajando al sistema político de más larga data en el mundo.
Las izquierdas (nacionalistas, demócrata-liberales, socialistas, y hasta comunistas) lograban construir apresuradamente, y no sin suspicacias y contradicciones, una alternativa de poder efectiva, por lo menos electoral, que permitiera darle cauce y salida a la inconformidad, primero política, desde 1968, y las grandes crisis de representatividad y participación de las clase medias, intelectuales, estudiantiles, pequeño patronales y agrarias, y después económicas, desde 1982, que marcarían las reformas estructurales, la reconversión industrial y que darían un giro a los objetivos y a la conducción de la economía nacional.
Nunca antes en la historia política del país se había recibido tal desafío, con tal fuerza, con conducción, miras y apoyo de masas, la coalición político electoral denominada Frente Democrático Nacional (FDN), había quitado al sistema su tradicional apoyo y lealtad de las masas y las había entregado a una opción, a un candidato, a una alternativa, que tan poco sabía bien a bien que hacer con semejante apoyo y responsabilidad, pero que estaba decidida a demostrar que el sistema político construido por el PRI había llegado a si fin.
En esos años, Andrés Manuel López Obrador, joven dirigente del FDN en tabasco, sumaba para la causa a partir de su carisma, su sencillez, su discurso y su férrea voluntad para combatir al “mal gobierno”, al fraude y el “despojo nacional”. Junto con notables dirigentes expriístas como el propio Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Enrique González Pedrero, Gonzalo Martínez Corbalá, Roberto Robles Garnica, Cesar Buenrostro, Leonel Godoy, entre otros, más los cuadros más representativos de la izquierda socialista y comunista como Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo, Jorge Alcocer, Amalia García, Adolfo Gilly, Rosario Ibarra, Ricardo Pascoe, Pedro Peñaloza, Rosario Robles, Rene Bejarano, Martí Batres, y de residuos de partidos funcionales al sistema como Carlos Cantú Rosas, Rafael Aguilar Talamantes, Graco Rámirez, Jorge Amador, Hildebrando Gaytan, Jesús Ortega, entre otros, muchos, pero muchos activistas sociales de sindicatos, organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, civiles, que crearon el FDN y su expresión partidaria, el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Todos ellos destacaron como dirigentes sociales, gremiales, como diputados federales, gobernadores, dirigentes del partido, y se consolidaron como una clase política partidaria capaz de reformar al sistema, buscando una conducción en beneficio de las clases populares del país. En su primera expresión lucharon para combatir al Salinismo, verdugo e imagen del neoliberalismo protonorteamericano, y promotor del fraude electoral del 88. Con una actitud opositora intransigente, les costo más de 1000 muertos en todo el sexenio, y prácticamente la persecución política del gobierno federal. La debilidad política quedó manifiesta con la inmovilidad del partido frente a los acontecimientos de 1994, la irrupción zapatista y los crímenes de Colosio y Ruiz Massieu. El proyecto de reorganización estructural y la definición de la vía electoral como el método para llegar al poder consolidó al PRD en casi todo el territorio nacional.
La segunda expresión queda marcada con el triunfo del PRD al gobierno del Distrito Federal (1997), situación que permitió bajo nuevas reglas electorales la llegada de la izquierda a distintos gobiernos como Michoacán (2002, Lázaro Cárdenas Batel), Zacatecas (1998, Ricardo Monreal), Guerrero (2005, Zeferino Torreblanca), y Baja California Sur (1999, Leonel Cota Montaño) , Chiapas (2000, Pablo Salazar en coalición) y Tlaxcala (1999, Alfonso Sánchez Anaya). Esta etapa será recordada como el de reformas electorales y la llegada a gobiernos estatales de candidatos del PRD. En esta fase, se crearon las bases políticas para construir la plataforma nacional que diera al PRD la posibilidad de ganar la Presidencia del país.
Y sin duda la tercera expresión quedaría marcada por la Candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2006, y los cuestionados comicios de ese año. Frente al segundo sexenio del PAN en la Presidencia de la República después de Vicente Fox y el triunfo cuestionado de Felipe Calderón, el PRD tenía por primera vez un líder social fuera de Cuauhtemoc Cárdenas, el referente obligado para las masas populares, un líder político que había denunciado el fraude electoral en el 88 en Tabasco, en el 94 nuevamente en Tabasco, que había organizado la resistencia civil pacífica y la toma de pozos petroleros, para protestar por el fraude y la traición del expresidente Ernesto Zedillo, que había ganado el Gobierno del Distrito Federal en el 2000, vencido la guerra de los video escándalos y el intento de desafuero en 2006, y llegaba con los más altos índices de popularidad para un líder de la izquierda en México.
Por primera vez, la izquierda mexicana aglutinada en el PRD y la coalición por el bien de todos, tenía grandes probabilidades de ganar la Presidencia de la República…y ganó.
Sin embargo, la derrota legal, consumada con la alianza de facto entre la derecha del PAN y la derecha del PRI, impusieron a través de los medios de comunicación, una imagen, una visión de desacato, de locura, de mesianismo y de peligro para México al candidato defraudado. La sola posibilidad de ver en peligro sus privilegios e intereses, convirtieron al PRIAN en el feroz cancerbero del poder real.
La propuesta progresista, (lopezobradorista, cardenista, o muñozledista), aquella que cree en una visión equitativa de los esfuerzos, los productos y las oportunidades. Aquella que sueña con la justicia distributiva, los niveles básicos para una calidad de vida; aquella que concibe a la democracia como un sistema que beneficie al pueblo y no a los privilegiados, la de la apertura cultural y la tolerancia pluralista. Quedó atrapada en un PRD fracturado desde dentro. Por sus luchas internas, ideológicas y políticas, y por el férreo combate que desde la derecha han mantenido con esta opción de gobierno desde 1988 y la creación del Frente Democrático Nacional.
En el horizonte y la retrospectiva podemos ver a la DERECHA aquella que aglutina a los intereses y privilegios de este país, ya sean trabajando en el PRI o en el PAN, que se niega a poner en duda su derecho a gobernar, se niega a poner en la balanza de las masas un proyecto de nación, se niega a poner en riesgo sus intereses y privilegios en el juego democrático electoral. Cuando ha sentido el desafío real, la coalición derechista ha inventado de todo, desde la caída del sistema, hasta el desafuero, desde el fraude electoral hasta las campañas mediáticas que denigran, calumnian y difaman a una personalidad.
La IZQUIERDA no esta carente de agenda, no esta carente de proyecto, la izquierda se ha devorado así misma producto de las inconsistencias ideológicas y de su abigarrado método de luchar por el poder interno.
Las corrientes dirigidas por Jesús Ortega (los chuchos), sintiéndose con el derecho a gobernar el Partido y desde luego que también el país, decidieron confrontarse con el liderazgo de AMLO, y con las personalidades más conspicuas de la izquierda en México. Y amenazaron con expulsar del PRD a Andrés Manuel López Obrador, por haber hecho campaña para otros partidos políticos, y utilizaron los mismos argumentos de la derecha conservadora: loco, mesiánico, distraído, traidor, ávido de poder, etc.
Sin querer, o queriendo; una corriente interna se sumó al linchamiento, al desprestigio feroz, mediático, de la personalidad más atrayente de la izquierda social, haciéndole el juego al panismo y al priísmo para derrotar y cavar la tumba política de AMLO. El cálculo fue ganar el partido, la estructura formal, las prerrogativas, el derecho de mesa en la clase política nacional, y a partir de ahí negociar con las personalidades e intelectuales de la izquierda dentro y fuera del PRD.
Los chuchos apostaban a que el partido es más importante que las masas, AMLO apostó a las masas más que al partido. Los chuchos saben que no hay político sin dinero y puso en el plato las prerrogativas a que tiene derecho su instituto político. AMLO desprecia el dinero y los intereses creados y puso en el plato millones de votos de sus seguidores. Los chuchos negociaron la cobertura y apoyo del gobierno federal. AMLO quiere enfrentar y ocasionarle un descalabro al Gobierno federal.
Así, que la fractura es seria y sin retorno, lejos de cavar la tumba de Andrés Manuel López Obrador, a lo que asistiremos después del 5 de julio será a la derrota de un proyecto que nació en la elección federal Presidencial de 1988 y se derrumbó en la elección federal intermedia de 2006. Ya lo veremos.
Mtro. Edgard González Suárez.
22 de Junio de 2009.
Hace 21 años exactamente, (1988) se marcó el momento clave de un proyecto de nación, viable, de contenido social, nacionalista, progresista y de masas. Culminó con la elección federal presidencial de ese año (6 de julio), y llevaba el desafío político, en la candidatura de Cuauhtemoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional, a su más alta expresión, conquistando la simpatía y el voto mayoritario, y desgajando al sistema político de más larga data en el mundo.
Las izquierdas (nacionalistas, demócrata-liberales, socialistas, y hasta comunistas) lograban construir apresuradamente, y no sin suspicacias y contradicciones, una alternativa de poder efectiva, por lo menos electoral, que permitiera darle cauce y salida a la inconformidad, primero política, desde 1968, y las grandes crisis de representatividad y participación de las clase medias, intelectuales, estudiantiles, pequeño patronales y agrarias, y después económicas, desde 1982, que marcarían las reformas estructurales, la reconversión industrial y que darían un giro a los objetivos y a la conducción de la economía nacional.
Nunca antes en la historia política del país se había recibido tal desafío, con tal fuerza, con conducción, miras y apoyo de masas, la coalición político electoral denominada Frente Democrático Nacional (FDN), había quitado al sistema su tradicional apoyo y lealtad de las masas y las había entregado a una opción, a un candidato, a una alternativa, que tan poco sabía bien a bien que hacer con semejante apoyo y responsabilidad, pero que estaba decidida a demostrar que el sistema político construido por el PRI había llegado a si fin.
En esos años, Andrés Manuel López Obrador, joven dirigente del FDN en tabasco, sumaba para la causa a partir de su carisma, su sencillez, su discurso y su férrea voluntad para combatir al “mal gobierno”, al fraude y el “despojo nacional”. Junto con notables dirigentes expriístas como el propio Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Enrique González Pedrero, Gonzalo Martínez Corbalá, Roberto Robles Garnica, Cesar Buenrostro, Leonel Godoy, entre otros, más los cuadros más representativos de la izquierda socialista y comunista como Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo, Jorge Alcocer, Amalia García, Adolfo Gilly, Rosario Ibarra, Ricardo Pascoe, Pedro Peñaloza, Rosario Robles, Rene Bejarano, Martí Batres, y de residuos de partidos funcionales al sistema como Carlos Cantú Rosas, Rafael Aguilar Talamantes, Graco Rámirez, Jorge Amador, Hildebrando Gaytan, Jesús Ortega, entre otros, muchos, pero muchos activistas sociales de sindicatos, organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, civiles, que crearon el FDN y su expresión partidaria, el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Todos ellos destacaron como dirigentes sociales, gremiales, como diputados federales, gobernadores, dirigentes del partido, y se consolidaron como una clase política partidaria capaz de reformar al sistema, buscando una conducción en beneficio de las clases populares del país. En su primera expresión lucharon para combatir al Salinismo, verdugo e imagen del neoliberalismo protonorteamericano, y promotor del fraude electoral del 88. Con una actitud opositora intransigente, les costo más de 1000 muertos en todo el sexenio, y prácticamente la persecución política del gobierno federal. La debilidad política quedó manifiesta con la inmovilidad del partido frente a los acontecimientos de 1994, la irrupción zapatista y los crímenes de Colosio y Ruiz Massieu. El proyecto de reorganización estructural y la definición de la vía electoral como el método para llegar al poder consolidó al PRD en casi todo el territorio nacional.
La segunda expresión queda marcada con el triunfo del PRD al gobierno del Distrito Federal (1997), situación que permitió bajo nuevas reglas electorales la llegada de la izquierda a distintos gobiernos como Michoacán (2002, Lázaro Cárdenas Batel), Zacatecas (1998, Ricardo Monreal), Guerrero (2005, Zeferino Torreblanca), y Baja California Sur (1999, Leonel Cota Montaño) , Chiapas (2000, Pablo Salazar en coalición) y Tlaxcala (1999, Alfonso Sánchez Anaya). Esta etapa será recordada como el de reformas electorales y la llegada a gobiernos estatales de candidatos del PRD. En esta fase, se crearon las bases políticas para construir la plataforma nacional que diera al PRD la posibilidad de ganar la Presidencia del país.
Y sin duda la tercera expresión quedaría marcada por la Candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2006, y los cuestionados comicios de ese año. Frente al segundo sexenio del PAN en la Presidencia de la República después de Vicente Fox y el triunfo cuestionado de Felipe Calderón, el PRD tenía por primera vez un líder social fuera de Cuauhtemoc Cárdenas, el referente obligado para las masas populares, un líder político que había denunciado el fraude electoral en el 88 en Tabasco, en el 94 nuevamente en Tabasco, que había organizado la resistencia civil pacífica y la toma de pozos petroleros, para protestar por el fraude y la traición del expresidente Ernesto Zedillo, que había ganado el Gobierno del Distrito Federal en el 2000, vencido la guerra de los video escándalos y el intento de desafuero en 2006, y llegaba con los más altos índices de popularidad para un líder de la izquierda en México.
Por primera vez, la izquierda mexicana aglutinada en el PRD y la coalición por el bien de todos, tenía grandes probabilidades de ganar la Presidencia de la República…y ganó.
Sin embargo, la derrota legal, consumada con la alianza de facto entre la derecha del PAN y la derecha del PRI, impusieron a través de los medios de comunicación, una imagen, una visión de desacato, de locura, de mesianismo y de peligro para México al candidato defraudado. La sola posibilidad de ver en peligro sus privilegios e intereses, convirtieron al PRIAN en el feroz cancerbero del poder real.
La propuesta progresista, (lopezobradorista, cardenista, o muñozledista), aquella que cree en una visión equitativa de los esfuerzos, los productos y las oportunidades. Aquella que sueña con la justicia distributiva, los niveles básicos para una calidad de vida; aquella que concibe a la democracia como un sistema que beneficie al pueblo y no a los privilegiados, la de la apertura cultural y la tolerancia pluralista. Quedó atrapada en un PRD fracturado desde dentro. Por sus luchas internas, ideológicas y políticas, y por el férreo combate que desde la derecha han mantenido con esta opción de gobierno desde 1988 y la creación del Frente Democrático Nacional.
En el horizonte y la retrospectiva podemos ver a la DERECHA aquella que aglutina a los intereses y privilegios de este país, ya sean trabajando en el PRI o en el PAN, que se niega a poner en duda su derecho a gobernar, se niega a poner en la balanza de las masas un proyecto de nación, se niega a poner en riesgo sus intereses y privilegios en el juego democrático electoral. Cuando ha sentido el desafío real, la coalición derechista ha inventado de todo, desde la caída del sistema, hasta el desafuero, desde el fraude electoral hasta las campañas mediáticas que denigran, calumnian y difaman a una personalidad.
La IZQUIERDA no esta carente de agenda, no esta carente de proyecto, la izquierda se ha devorado así misma producto de las inconsistencias ideológicas y de su abigarrado método de luchar por el poder interno.
Las corrientes dirigidas por Jesús Ortega (los chuchos), sintiéndose con el derecho a gobernar el Partido y desde luego que también el país, decidieron confrontarse con el liderazgo de AMLO, y con las personalidades más conspicuas de la izquierda en México. Y amenazaron con expulsar del PRD a Andrés Manuel López Obrador, por haber hecho campaña para otros partidos políticos, y utilizaron los mismos argumentos de la derecha conservadora: loco, mesiánico, distraído, traidor, ávido de poder, etc.
Sin querer, o queriendo; una corriente interna se sumó al linchamiento, al desprestigio feroz, mediático, de la personalidad más atrayente de la izquierda social, haciéndole el juego al panismo y al priísmo para derrotar y cavar la tumba política de AMLO. El cálculo fue ganar el partido, la estructura formal, las prerrogativas, el derecho de mesa en la clase política nacional, y a partir de ahí negociar con las personalidades e intelectuales de la izquierda dentro y fuera del PRD.
Los chuchos apostaban a que el partido es más importante que las masas, AMLO apostó a las masas más que al partido. Los chuchos saben que no hay político sin dinero y puso en el plato las prerrogativas a que tiene derecho su instituto político. AMLO desprecia el dinero y los intereses creados y puso en el plato millones de votos de sus seguidores. Los chuchos negociaron la cobertura y apoyo del gobierno federal. AMLO quiere enfrentar y ocasionarle un descalabro al Gobierno federal.
Así, que la fractura es seria y sin retorno, lejos de cavar la tumba de Andrés Manuel López Obrador, a lo que asistiremos después del 5 de julio será a la derrota de un proyecto que nació en la elección federal Presidencial de 1988 y se derrumbó en la elección federal intermedia de 2006. Ya lo veremos.
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