No siempre es cuestión de tener ganas
Genaro Aguirre Aguilar
Lo que digamos sobre las condiciones de sobrevivencia en que vivimos los mexicanos, suena a verdad de Perogrullo, tal como solíamos decir en aquellos días cuando aún la esperanza embriagaba los corazones de muchos universitarios.
Hoy que las cosas nada tienen que ver con el antes, particularmente en el terreno de las oportunidades en un estado donde el bienestar brilla por su ausencia para millones mexicanos, es fácil darse cuenta como –gota a gota-, aún entre aquellos que pueden y tienen recursos para más o menos enfrentar la vida, también se cancelan proyectos de sobrevivencia.
Esto lo comentamos tras haber confirmado lo que ya parecía una muerte anunciada: el cierre de un negocio (es cierto, uno más) en un centro comercial cercano a donde trabajo, un local que se caracterizaba por una endémica soledad de no ser por quien considero era su propietario, siempre ensimismado en la computadora o buscando distraerse en la lectura. Del tiempo en que fui reconociendo esto hasta ahora cuando ya no existe, quizá en una, acaso en dos oportunidades pude ver que alguien lo visitaba, pero nunca que comprara algo. Ni siquiera nosotros esa tarde cuando entramos y admiramos los juegos didácticos y lúdicos que exhibían.
Sé que como él, muchos, como también que muy pocos tienen los recursos para invertir en este tipo de empresas, pero igual hay razón para dejar de lamentar el cierre de negocios, pues finalmente detrás de ellos hay sueños, esperanzas, deseos, sin descontar una parte del patrimonio familiar.
En fin, recién descubierto este cierre, metros adelantes recibí la invitación para pasar a otro local, que por lo escondido igual pocos visitan. El señor que entrado en años me dio el volante promocional, me sonrió y atiné a decirle “gracias”, pensando que más tarde pasaría: lo cierto es que no hubo regreso. Ojala y le vaya bien, pues sin duda las ganas están puestas en ese pequeño local, como también en aquellos changarros que han ido apareciendo a lo largo y ancho de la ciudad, sea de tacos de canasta, antojitos o todo aquello a donde la imaginería jarocha les lleve, pues eso sí, seguirá pa’lante por lo inagotable.
Genaro Aguirre Aguilar
Lo que digamos sobre las condiciones de sobrevivencia en que vivimos los mexicanos, suena a verdad de Perogrullo, tal como solíamos decir en aquellos días cuando aún la esperanza embriagaba los corazones de muchos universitarios.
Hoy que las cosas nada tienen que ver con el antes, particularmente en el terreno de las oportunidades en un estado donde el bienestar brilla por su ausencia para millones mexicanos, es fácil darse cuenta como –gota a gota-, aún entre aquellos que pueden y tienen recursos para más o menos enfrentar la vida, también se cancelan proyectos de sobrevivencia.
Esto lo comentamos tras haber confirmado lo que ya parecía una muerte anunciada: el cierre de un negocio (es cierto, uno más) en un centro comercial cercano a donde trabajo, un local que se caracterizaba por una endémica soledad de no ser por quien considero era su propietario, siempre ensimismado en la computadora o buscando distraerse en la lectura. Del tiempo en que fui reconociendo esto hasta ahora cuando ya no existe, quizá en una, acaso en dos oportunidades pude ver que alguien lo visitaba, pero nunca que comprara algo. Ni siquiera nosotros esa tarde cuando entramos y admiramos los juegos didácticos y lúdicos que exhibían.
Sé que como él, muchos, como también que muy pocos tienen los recursos para invertir en este tipo de empresas, pero igual hay razón para dejar de lamentar el cierre de negocios, pues finalmente detrás de ellos hay sueños, esperanzas, deseos, sin descontar una parte del patrimonio familiar.
En fin, recién descubierto este cierre, metros adelantes recibí la invitación para pasar a otro local, que por lo escondido igual pocos visitan. El señor que entrado en años me dio el volante promocional, me sonrió y atiné a decirle “gracias”, pensando que más tarde pasaría: lo cierto es que no hubo regreso. Ojala y le vaya bien, pues sin duda las ganas están puestas en ese pequeño local, como también en aquellos changarros que han ido apareciendo a lo largo y ancho de la ciudad, sea de tacos de canasta, antojitos o todo aquello a donde la imaginería jarocha les lleve, pues eso sí, seguirá pa’lante por lo inagotable.
1 comentarios:
Muy atinada la observación, el problema es general, me ha tocado ver de cerca 2 casos en lo que va del año y cada vez es más difícil emprender un negocio teniendo plena confianza de que todo marchará sobre ruedas. Los tiempos están cada vez más críticos. Hay que ingeniárselas para salir adelante y no dejarlo todo a la suerte.
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