
Cuando Rockdrigo González escribió “El metro Balderás”, nunca imaginó que años después en la interpretación aguardentosa de Alex Lora y su Tri, aquella canción se convertiría en un referente para entender una de las tantas formas en que la ciudad de México suele desdibujar, desaparecer o engullirse a sus habitantes.
Quien ha tenido la ocasión de viajar en el metro defeño y descender en esa estación, tiene que terminar por reconocer que el tipo de “bienvenida” que le dan sus usuarios al “otro”, puede ser tan festiva como violenta por la manera en que el mundo se transfigura en una desbocada realidad cuando decenas de cuerpos se vienen encima o luchan por ganar un lugar en aquel gusano metálico que los llevará a algún punto de su destino.
El rito iniciático deviene en pánico, terror, dolor, cuando aquellos “ciudadanos ceros” se deciden por una visibilidad lejana a lo convencional; mostrando uno de los tantos rostros de la violencia, así como la plena encarnación de las contradicciones humanas que pareciera ser síntoma en muchas de las grandes ciudades.
Escribimos esto, tras los dolorosos sucesos que al cierre de la semana pasada los habitantes y usuarios del metro Balderas vivieron, cuando un sujeto encarnando a un “ángel exterminador”, descargó su furia (acaso su desencanto, frustración o desesperanza) y cegó la vida de un policía y un ciudadano. Las imágenes no dejan lugar a dudas, como sí los motivos o razones que llevaron a este ciudadano a tomar tal decisión.
A nadie debe extrañar las leyendas urbanas que a partir de este momento circulen, después de todo suele ser propia de una ciudad que cada día produce bocanadas de historias que suelen anidarse en la imaginería colectiva o sirve de excusa para convertirse en la letra de alguna canción.
La preocupación compartida por quienes desde las periferias del ombligo de México hemos sido testigos de este suceso, no deja lugar al asombro, la indignación o preocupación por revelarse como uno más de los signos inequívocos de un país que se desmorona en sus rincones.
1 comentarios:
Triste y preocupante, pero cierto, cómo lo que antes veíamos en las noticias gringas (y nos aterraba a la vez que deleitaba nuestro morbo), está cada vez más cerca, en nuestra gente, nuestras calles, nuestros aviones, nuestro metro...
Y esto sigue...
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