¿Quién enseña mejor la escuela privada o la pública? Ninguna
Celia Rosado Romero
Desde que se dieron a conocer las estadísticas sobre el resultado de las pruebas de español, matemáticas y ciencias a que fueron sometidos los estudiantes, tanto de escuelas privadas como públicas, por organismos internacionales (PISA), se desato una guerra enconada contra los maestros, pero sobre todo, contra los maestros de las escuelas tipificadas como de gobierno.
¿El por qué del revuelto?
En un documento del Poder Legislativo, (2005) del H. Congreso del Estado de Baja California Sur de los Estados Unidos Mexicanos, lo retrata en toda su magnitud: “La educación es un hecho social, cuya importancia resulta indiscutible, si recordamos, que todos los seres humanos, en todos los momentos de su vida, están sujetos a ella, ya sea en el seno de la familia, en la comunidad, en las actividades sociales, o en aquellas, que intervienen las instituciones educativas…La educación es una de las superestructuras de la sociedad, íntimamente relacionada, con las características y problemas de cada grupo y época.”
De ahí que, padres de familia y la sociedad en general se escandalizó ante el informe al conocer la calidad educativa existente en el país. Si se pensaba que los infantes y jóvenes no recibían una educación acorde a los tiempos de la “era del conocimiento”, ahora se deduce que ni siquiera en los términos de una “regular educación”.
Como consecuencia de estos resultados, los sindicatos estuvieron en la mira de los detractores al igual que
Sin embargo, de tal hecatombe surgió algo positivo. A la escuela privada también la pusieron entre dicho, pues los resultados de sus alumnos tampoco fueron los esperados. La esperanza, desde el sexenio pasado con Vicente Fox, de privatizar la educación con la mira de que ésta mejorara en calidad, tampoco resulto la acertada.
Es más, en el portal “Compara tu escuela”, Armando Chacón, director de investigación del IMCO indicó que en el país existen escuelas privadas que cobran 165 mil pesos al año, y que los resultados académicos no corresponden al desembolso de los padres de familia.[1]
Y fue más explicitó cuando hizo referencia a los costos que se invierte en el caso de la escuelas públicas: el gasto por alumno en educación básica oscila entre los mil 500 pesos en Baja California Sur, Campeche y Colima, y los 17 mil en el estado de México. En el 2% de las escuelas privadas consideradas de “elite”, agregó, los padres de familia tienen que realizar una inversión de entre los 25 mil y 165 mil pesos al año.
Pero como se menciona, la calidad no siempre es mejor, dado los resultados de
La proliferación de instituciones de educación del sector privado sin una concienzuda supervisión ha dado los mismos resultados que las escuelas de gobierno. Lo que significa que hay una problemática profunda en la educación y que no es privativa de la categoría de escuela pública o privada, ambas están en el epicentro del tornado. Entonces, hay la necesidad de reflexionar para encontrar la solución. Es más complejo el problema, de lo que se cree.
Por ejemplo, tratar de examinar a los jóvenes con parámetros de países altamente industrializados, no fue la mejor idea. Siempre se está en desventaja. El contexto político económico no es el mismo. Pobreza, marginación, subdesarrollo son factores que impacta en la educación.
No se trata de satanizar al docente o de culpar 100% a las políticas educativas, existen otros factores que habrán de tomarse en cuenta para mejorar la calidad educativa del país.
Recuerdo la columna Bucareli escrita por Jacobo Zabludovsky en septiembre del año pasado (2008) donde afirmó “Cuando un grupo de alumnos tienen malos rendimientos, el diagnóstico inmediato es: falta de aplicación o de inteligencia. ¿Sí? Pues no. La verdad es más dramática”. Refiere y hace hincapié en la alimentación de los estudiantes universitarios de
Hemos llegado a nuestro bicentenario con la misma problemática educativa que enfrentaron nuestros antepasados: una educación acorde a la realidad social que vive México.
Surge entonces la interrogante ¿Qué hacer?
Podría ser, lo que parece simple pero que no se ha podido hacer en dos siglos: ponerse de acuerdo: maestros, estudiantes, padres de familia y autoridades, quienes en su conjunto tiene la responsabilidad de buscar la solución, por ser los factores incluyentes en el proceso enseñanza-aprendizaje.
. ¿Cómo? Maestros cumpliendo, con responsabilidad, su función: la de enseñar. Estudiantes: concientizarse de la necesidad de su formación, de por vida, a través de su educación. Padres de familia: asumir su responsabilidad ante el proceso de formación de sus hijos para proporcionarles las herramientas que les darán calidad a sus vidas. Y autoridades, diseñando estrategias en sus políticas educativas que permitan a maestros y alumnos un ambiente acorde para la enseñanza y el aprendizaje.
En México, el Sistema Educativo se ha caracterizado por las fluctuaciones sexenales entrelazadas con el complejo social nacional, hay que reconocer que no se ha sido la vía para encontrar la solución a la pobreza educativa.
Habrá que significar la máxima de que “la educación es la elaboradora, más que la colaboradora de las civilizaciones y de la historia”. Porque sí no, todos estamos perdiendo como país.
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