Desde el rincón

La generación perdida de los “ni-nis”

Celia Rosado Romero

Mientras la vista recorría la cifra publicada en un diario capitalino, 7 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan la llamada generación “ni-nis”, asoma un sentimiento de impotencia. La cifra revelada por el Rector de la UNAM, maestro José Narro Robles y aportada por el Instituto Mexicano de la Juventud, denuncia el problema de fondo de los últimos sexenios: la educación como fuente de crecimiento del país. Como torrente fluyen las interrogantes ¿Qué hacer con esa cantidad de jóvenes? ¿Cómo responderles?¿Qué futuro les depara éste siglo XXI?

En este mundo de los desempleados y sin herramientas educativas con que salir del embrollo, en medio de un virulento contexto social y político, que parece ya se conformó en saber que existe la desigualdad, pero no hace nada, Sexenios vienen sexenios van y cada uno ha demostrado una indiferencia a la caótica situación socioeconómica que se padece. Parecería que se da por sentado la existencia de un mundo conformado por submundos, unos con privilegios y otros destinados a carecer de todo.

En ese tenor la historia mexicana tipificó, en el pasado, como “marginados de la sociedad” a los hombres de campo; posteriormente se les anexan los habitantes de los cinturones de miseria de las zonas urbanas y ahora, la población de los “ni-nis”. Es así como, el Coneval señaló que entre 2006 y 2008 el porcentaje de personas en pobreza alimentaría aumentó de 13,8% a 18,2%, para llegar a 19,5 millones de personas. En México, un país con cerca de 107 millones de habitantes, se estima que hay 50,6 millones de pobres, incluidos los que están en pobreza extrema.

Tales datos fueron proporcionados en octubre de este año, pero nunca se había hablado, con tanta crudeza, como lo expresó el maestro Narro Robles al incluir a los jóvenes, pues de cada 10 desempleados 7 son jóvenes de entre los 14 y 34 años, se puede afirmar que la incapacidad de la economía mexicana para generar empleo se ha convertido en un problema crónico

Padres de familia enfrenta la problemática de ver a sus hijos caer en el desánimo al enfrentar a una sociedad que se dice “más rica, tecnológica, tolerante y democrática” (José Luís Barbería, Periódico El País, junio, 2009), sin embargo que ofrece dificultades para educarse, emanciparse, ingresar a una fuente laboral, en cambio les brinda candados para ingresar al sistema educativo, desempleo o subempleo en la economía informal.

En defensa de este sector social de los “ni –nis” se dice que siempre han existido generaciones inadaptadas, que no es un fenómeno nuevo, pero la diferencia radica en que hoy se han generalizado tanto que se ha convertido en un problema, tanto para los padres como para la sociedad misma. Ya que, son jóvenes que no tienen una clara idea de lo que en el futuro deberán de ser, vaguean, rompen sus lazos familiares al no relacionarse con ellos, pero en cambio exigen, alimento, ropa y dinero.

Sin embargo tales razonamientos no restan a los padres de familia ni a las autoridades, o a la sociedad la responsabilidad para buscar una solución. Antes de que sean demasiado tarde. Pensar en una crianza objetiva, estructuralista y funcional como modelo de socialización, como afirmaría Durkheim. Privilegiar lo educativo para restablecer y fortalecer la moral –como tanto se dice hoy-, implica llevar a cabo un proceso de enseñanza-aprendizaje ¿Por qué no?

Los sociólogos apuntan a un sentimiento de apatía y de falta de expectativas que provoca que estos, los “ni-nis” se queden totalmente paralizados; la oferta laboral y educativa que hay no se corresponde con sus ilusiones, y en eso coincide el maestro Narro Robles. Como respuesta, el joven al egresar de las escuelas sólo puede acceder a contratos laborales temporales y en condiciones precarias, por ende, escogen la vía fácil, no trabaja, no hacer nada.

Si bien, esa es una razón, también se habla de una crisis de valores (considerado el “valor” como un criterio que permite definir los objetivos de la vida) La responsabilidad, el compromiso o la superación ya no se tienen en cuenta. No son importantes.

Consecuentemente es la familia la que en primera instancia debe fortalecer esos valores, porque el desarrollo de la personalidad del individuo, el proceso de socialización, aparece desde los primeros años de vida, y por ende en casa. La escuela debe ser sólo eco de esa labor en el hogar, es decir, ambas convergen y se nutren recíprocamente.

El riesgo de no encontrar solución a esta nueva generación es la merma de talentos que permitan al país mejorar la calidad de vida de todos sus habitantes. En un país, como México, donde la fuerza laboral recae en un porcentaje alto de jóvenes, si a estos se les niega el acceso a la educación, cómo podrán exigirles más conocimientos y más preparación en su incorporación al desarrollo nacional.

La esperanza, en contraste con la desesperanza de ellos, es crear un modelo diferente al que se les han vendido, con una estructura social y familiar para su supervivencia y cambio de actitud. Al final, la interrogante es ¿el actual sistema neoliberal-democrático es el que conviene a las nuevas generaciones? Pareciera que no.

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