HAITÍ, EL CEMENTERIO MAS GRANDE DEL MUNDO













HAITÍ, EL CEMENTERIO MÁS GRANDE DEL MUNDO.
Edgard González Suárez
19 de enero de 2010
Con dos siglos de independencia (1804) y primer Estado soberano del continente; liberado de las cadenas de la esclavitud (principalmente francesa) en los tiempos del mercado humano proveniente de Africa. Haití nació para vivir en la extrema pobreza, sin destino y presa de los peores males sociales: Analfabetismo, hambre, violencia, ignorancia, superstición (tierra del sombie y el vudú), insalubridad (tierra de la tifoidea, y del SIDA) Muestra una población dominada por un estado policial, represivo y criminal. Los finqueros azucareros y bananeros franceses, hicieron de este dominio una base militar y el centro de operaciones comerciales más importante en las antillas; con 8 millones de habitantes, más de 5 millones en la pobreza absoluta, casi todos ellos analfabetas, sin instrucción, educación, ni salud. A excepción de Puerto Príncipe, la capital, no conocen el agua entubada, ni la luz eléctrica, ni el teléfono, carece de servicios, de infraestructura, de aeropuertos, vive de la ayuda internacional y para su desgracia es considerado el país americano con mayor número de infectados de SIDA (200 mil). Sin salud, sin educación, sin empleo y hoy sin techo, Haití es la cara más dramática del mundo. “En Haití se comen a los enemigos después de capturarlos, apedrearlos hasta la muerte, rociarles gasolina y quemarlos con neumáticos. Cuando esto sucede, la gente se fanatiza, pierde la mirada, grita, salta, canta fuerte en un ritual vudú que cree que al digerir la carne del enemigo quien lo hace absorbe también su fuerza” (el Universal).
Hoy, objeto de la ira de la naturaleza, Haití es una ciudad en ruinas, desesperada, al borde del caos y de la violencia. Han aparecido machetes, armas, rifles, cuchillos para obtener lo que siempre les ha hecho falta: alimento, y mostrar al mundo lo que siempre hemos sabido de ese país: la ausencia de una moral social solidaria y del reconocimiento a la dignidad humana.
El terremoto de 7 grados Richter y con epicentro en la zona más vulnerable de la placa tectónica de esa parte del continente, devastó, arrasó, destruyó y desapareció casi la totalidad de Puerto Príncipe, y por ende cerca del 40% del país.
A ocho días de la desgracia, el caos, el robo, el saqueo y la venganza social aparecen sin que nadie pueda evitarlo. No hay Estado –nunca lo ha habido, criminales y saqueadoras juntas militares lo han detentado todo- los poderes de facto se hacen presentes y visibles.
La ONU, la ayuda internacional, los voluntarios extranjeros no saben que hacer frente a la nada de una sociedad viciada, adicta, alcohólica, ignorante y enferma. Prevalece el desorden, nadie se comunica con nadie, los poderes formales ausentes, sin ápice de la organización, sin métodos ni técnicas para ejecutar planes, estrategias; sin servicios: ni los aeropuertos ni las carreteras sirven para recibir la ayuda internacional. En el caos, los haitianos no escuchan, nunca nadie les ha preguntado nada, no tienen voz, nunca la han tenido, la deseperación llega ya a los voluntarios, el olor a la muerte debajo de los escombros se huele a más de 30 kilómetros. Haití es hoy el cementerio más grande del mundo.

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