MINUCIAS EN LA VIDA



Los otros rostros del asalto a la confianza


Genaro Aguirre Aguilar




Hace pocos días, justo cuando llegaba a casa se acercó un señor desesperado por andar buscando la dirección de un médico a quien le urgía ver. A trompicones alcancé a entender que había preguntado en casas vecinas y nadie la había dado razones. Ni siquiera se conocía por el rumbo a quien dijo era médico del Seguro Social. Algo que confirmé al sostener que tenía años de vivir por allí y nunca había visto a alguien vestido de médico a no ser un estudiante de medicina que tenía meses de no ver.


Como suele ser costumbre en estos casos, la atención se impuso a la razón y terminé por disponer de tiempo para orientar al señor. En unos minutos, del enojo a la tristeza o impotencia me fue relatando la manera en que un «laboratorio clínico» no le había entregado una dosis de sangre porque no se completaba para pagar los mil 500 pesos que le pedía. Que su «señora madre» estaba hospitalizada a punto de ser intervenida pero que el IMSS le obligaba a conseguir sangre. Había buscado por todos lados, pero nada. Total que atiné a decir que era difícil encontrar ese tipo de sangre. Que lo sentía mucho.


De pronto, con una voz quebrantada me dijo si le podía «prestar» $200.00 para completar lo que el laboratorio le solicitaba. Tras unos segundo le dije me esperará. Como pueden imaginarse le entregué ese dinero a sabiendas que –aun cuando asegurara devolvérmelo a las 5 pm- lo podía perdido.


Y efectivamente… nunca más lo he vuelto a ver. Como bien dice mi esposa, mientras me haya sentido bien con dar ese dinero, no hay problema, pero también que no era la primera ocasión en que me veía sorprendido por casos como ese. Sí, efectivamente, antes fue un jardinero y más tarde otros, quienes «padeciendo» un apremio económico, me convencieron para desembolsar una lana.


Es verdad, aun cuando espero no volver a «caer» en una suerte de tentación solidaria, lo más probable es que en un instante y a la vuelta de cualquier esquina, la razón se subordine al corazón y me vea sorprendido, pero desde aquí espero quienes leen no condenen mi «inocencia» para buscar explicaciones en eso que nos caracteriza a los veracruzanos: somos muy confiados y a veces confianzudos.



2 comentarios:

Jorge Campa Perez dijo...

En algunos momentos, en los que también "he caído" en la acción solidaria frente a una necesidad "ficticia", me ha surgido indignación por el hecho, y vergüenza en tanto no "aprender" a resistir el corazón pronto para ayudar al necesitado. Sin embargo, algunas pesonas me han enseñado que si no fuera por la necia solidaridad de algunos sería imposible mejorar las condiciones de vida de nuestras sociedades.
Lo que a la vista de ciertas miradas y lógicas pareciese una tontería, para otros muchos representa la posibilidad de creer que todavía es posible la emergencia de redes más justas o por lo menos, humanas.
Tal vez, en algunos casss, aunque no regresen, probablemente si llega una ayuda a quienes lo necesitan.

Ferrer dijo...

Pues qué te puedo decir mi estimado Genaro, tienes corazón de pollo; peor es el timo, del que a diario eres víctima,por parte de jovencitas que se dicen estudiantes y nomás les interesas para otras cositas.
Broma aparte, así como tú todos los guapos sufrimos porque somos sensibles

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